miércoles, 6 de febrero de 2008

El fusil de mi padre - Hiner Saleem

Cómo me gustan las casualidades!!! El otro día revolviendo entre los polvorientos libros de la biblioteca, cayó éste entre mis manos, y, para ser sincera, dos cosas me cautivaron: su tamaño (portátil del todo) y leer algo sobre los kurdos, desde la perspectiva de un niño, por lo tanto exenta, suponía de fanatismo nacionalista o político.

Ya en casa, reconozco al autor (porque allí lo explica brevemente), como parte importante de la película Vodka Lemon. Otro punto a su favor (a pesar de que dicho film me decepcionó un poco cuando lo vi).

Desde el principio te sientes muy cercana a ese niño. Copio 2 párrafos:

Me llamo Azad Shero Selim. Soy nieto de Selim Malai. Mi abuelo tenía un gran sentido del humos. Decía que había nacido kurdo en una tierra libre. Luego llegaron los otomanos y le dijeron: Tú eres otomano. Y así fue como se convirtió en otomano. Cuando el Imperio otomano cayó, pasó a ser turco. Los turcos se fueron y él volvió a ser kurdo en el reino de Sheik Mahmud, rey de los kurdos. Al llegar los ingleses, mi abuelo se convirtió en súbdito de Su Graciosa Majestad, e incluso aprendió algunas palabras inglesas. Los ingleses inventaron Irak. Mi abuelo se convirtió en iraquí, pero jamás llegó a comprender el enigma de aquella nueva palabra, Irak, y, hasta su último aliento, nunca se sintió orgulloso de ser iraquí. Su hijo, es decir, mi padre, Shero Selim Malai, tampoco. Pero yo, Azad, todavía era un niño.

Después de la telenovela Anter y Habla daban un documental sobre el mar y los peces, en el que, al menos durante media hora, un hombre alto y delgado, con una expresión muy seria y con una boina roja en la cabeza, hablaba una lengua extraña que me daba miedo. Yo tenía muy claro que nosotros hablábamos kurdo, los iraquíes árabe y el resto del mundo inglés. ¿Cuál podría ser pues la lengua misteriosa que hablaba aquel hombre?. La televisión de mi tío daba también películas indias. Pero yo no estaba contento; no había nada en mi lengua. Eso me intrigaba mucho. ¿Tal vez nuestra voz no podía trasmitirse a través de la pantalla? ¿O quizás la lengua de la televisión la escogían en el país donde fabricaban los aparatos?. Tenía muchas ganas de poder mirar una televisión kurda….y juré que algún día haría hablar a aquella máquina en kurdo.

Lo he leído casi de un tirón. El final esta misma mañana, festivo local en Pontevedra y, por lo tanto, tranquilamente en cama, después de un delicioso café recién hecho.

Me gusta como ha logrado hablar de su tierra, de sus gentes, sin mayor intención que la de reflejar su realidad.

Y ahora, buceando por la red, descubro que ha dirigido una película en Irak, tras la caída de Sadam, Kilómetro cero, que intentaré ver.

Muchas cosas para un solo libro.

2 comentarios:

Penélope dijo...

No viene a cuento pero en León comí en un restaurante Kurdo y la sabelotodo quiso saber dónde vivían los kurdos. Ya me ves dando más explicaciones que las que le dieron a ese pobre niño.

LU dijo...

Creo recordar que en la zona vieja de Pontevedra había un restaurante kurdo, o era de otro sitio? Ya sabes que mi memoria...